sábado, 29 de marzo de 2008

Miercoles 2 de abril de 2008



Ciclo "Cine Chileno"

MACHUCA
Director: Andres Wood


Ambientada en 1973, la trama gira alrededor de dos niños de 11 años, a quienes separa más la condición social que la distancia física de sus respectivos hogares.
Pedro Machuca vive en una casa humilde instalada en una villa miseria de Santiago, mientras que Gonzalo Infante proviene de un hogar de clase alta.
La iniciativa del padre McEnroe, director de un colegio religioso, de integrar chicos pobres en una institución privada hará que converjan los destinos de ambos niños. El crecimiento de una incipiente amistad se verá amenazado a partir de los trágicos eventos
del 11 de setiembre de 1973.
Entrada a la Gorra

Agrelo 3045 –entre G. Urquiza y La Rioja

(a 5 cuadras de Pza. Once)-
TEL: 4931-6157

Mi mejor enemigo Coproduccion Argentino-chilena


Mi mejor enemigo es el segundo largometraje de Álex Bowen, uno de los jóvenes realizadores más importante de la nueva generación de cineastas chilenos. Esta película es la candidata de su país a los premios Goya 2006 y viene precedida por éxitos de crítica, público y premios.

Ha sido vista en Chile por más de 120.000 espectadores y entre su palmares cuenta con:

• Segundo premio del público Festival Elcine de Lima 2005

• Mejor largometraje Chileno Festival de Valdivia 2005

• Mención Honrosa del público, Festival de Cine Latinoamericano de Los Angeles 2005

Recientemente ha sido la película ganadora del XIII Festival de Cine de España y América Latina de Bruselas. El certamen, donde se proyectaron casi 90 películas de España e Iberoamérica, tiene dos jurados distintos: uno para evaluar las películas españolas y otro para las cintas latinoamericanas.
Álex Bowen comenta que le interesó hacer una película sobre el conflicto con Argentina en 1978 que estuvo a punto de llevar a ambos países a una guerra. “Este tema me surgió en Punta Arenas (la ciudad más al sur de Chile, puerta de entrada a la Patagonia). Resulta que en esta zona tienen campos minados, trincheras hasta hoy y eso me impactó mucho. Luego conversé con habitantes de la zona que me sorprendieron con las historias que contaban. Se me ocurrió poner un anuncio en el diario, llamando a soldados que habían estado en trincheras. Gracias a esto aparecieron las anécdotas, los dramas y el humor tan chileno y argentino”.

La película es una co-producción chilena-argentina-española en la que participan: Alce Producciones (Chile), Matanza Cine (Argentina) y Wanda Visión (España).

domingo, 23 de marzo de 2008

Ciclo de Cine Chileno

Miercoles 26 de Marzo
a las 20 horas.

Mi mejor enemigo
de Alex Bowen Caranza

Diciembre 1978. Chile y Argentina están a días de comenzar un enfrentamiento armado en la frontera sur. En la Patagonia, una patrulla chilena rompe accidentalmente su brújula y se pierde en la inmensidad de la pampa. Cavan sus trincheras en algún lugar sin saber si es Chile o Argentina. Comienza una larga espera que interrumpirá una patrulla argentina que se instala frente a ellos

Entrada a la Gorra

Invita Grupo Documental 1º de Mayo

Agrelo 3045 –entre G. Urquiza y La Rioja (a 5 cuadras de Pza. Once)-
TEL: 4931-6157

lunes, 17 de marzo de 2008

ENTREVISTA A NELSON VILLAGRA.
Actor de EL CHACAL DE NAHUELTORO

Héctor Vega: Se dice que cuando Jorge del Carmen Valenzuela fue fusilado era otro hombre. Tu conociste su historia, es más, la llevaste al cine, ¿Cuál es tu impresión? Porque después de todo el arrepentimiento que recoge la crónica es parte de otro hombre, no el que asesinó a una mujer y sus cinco hijos.

Nelson Villagra: Me resulta extraño contestar todavía preguntas referidas a un personaje que representé en un film hace 39 años en Chile, Jorge del Carmen Valenzuela Torres. Sin embargo como particularmente en Chile, el film de ficción que hicimos en 1968 sobre “la infancia, andar, regeneración y muerte” de Jorge, tuvo y mantiene un impacto emocional singular en los espectadores, por una u otra razón he estado hablando de él.

Jorge del Carmen malvivió escasamente hasta los 23 años, edad en la que fue fusilado bajo el triste apodo de El Chacal de Nahueltoro. Fusilado por haber asesinado bajo los efectos del alcohol, a una mujer, su conviviente ocasional, y a los cinco hijos pequeños de ésta, incluido un bebé. Solamente recordar todo eso me da escalofríos, y activa mi compasión por víctimas y victimario.

Pero también es extraño que dicho personaje se haya transformado al correr de los años en un “mediador” milagroso para las personas de fe, en el pueblo de San Carlos [provincia de Ñuble-Chile] y sus alrededores. Son miles las personas en esa región que ante el nicho de Jorge del Carmen en el Cementerio del pueblo se han encomendado a él y hoy le agradecen “los favores recibidos”. Son tantas las placas de agradecimiento que testimonian su acción “milagrosa” que tuvieron que cerrar los nichos contiguos para hacerle sitio a los agradecimientos. De este modo la película sobre la vida de Jorge del Carmen Valenzuela Torres, trascendiendo su ámbito artístico – o quizás por ello mismo, siéndolo - se inscribe en un fenómeno político, social y religioso.

Como sabemos, por una tradición cultural de la humanidad que se pierde en los tiempos, a determinadas personas que mueren violentamente y/o bajo martirio se les atribuye una energía espiritual peculiar después de su muerte, creencia que resulta benefactora para quienes se encomiendan a esas personas. Jorge es una de ellas. Un muchacho que logró una transformación radical en la cárcel, asunto que el film testimonia fielmente: el hombre que fue fusilado luego de dos años de proceso, no fue el mismo analfabeto y alcohólico que cometió el séxtuplo homicidio.

H.V: Supongo que Valenzuela era un hombre rudo, analfabeto, quizás huérfano [no lo sé] y con pocos afectos en su vida. Un personaje de gestos y palabras escasas donde el alcohol desplomaba barreras y desataba violencias.
¿Cómo pudo entonces operarse un cambio en un medio como la Peni donde el asedio es algo vivo y permanente?

N.V: Eloy Parra, un sacerdote joven en aquel tiempo, asistió a Jorge mientras éste estuvo en la cárcel los dos años y tanto que duró el proceso. Y fue a través de los valores de la religión católica que Eloy Parra logró brindarle consuelo a Jorge, al mismo tiempo, podríamos decir, le creó una “nueva conciencia”, una conciencia ciudadana en la que además, y principalmente, apareció el pecado, el castigo y la salvación a través de la fe y el arrepentimiento.

Jorge, desde el punto de vista afectivo comprendió en la cárcel que no estaba solo después de todo – como toda su vida -, había alguien más grande que él, un ser divino y eterno que lo acogería en su seno y lo protegería por siempre después de la muerte. Si tales ideas han calado hondo en millones de personas por más de 2000 años, ¿cómo no iban penetrar profundamente en un hombre analfabeto que había vivido como un perro callejero por los caminos, y que estaba allí en la cárcel más desvalido que nunca acercándose cada día a la muerte? Como actor, yo comprendí ese proceso, fue mi “interpretación” del personaje, mi percepción intelectual, e intenté “actuar” esa emoción [yo no soy un hombre de fe religiosa], ese salto cualitativo que para mí significa la fe.

H.V: ¿Cómo vivió los fantasmas de su crimen? Tuvo miedos con apariciones fantásticas o se encerró en un fatalismo donde lo que sucedió tuvo que suceder. El fin, su fusilamiento ¿lo vivió como un castigo necesario o una liberación?

N.V: Aunque nuestra conciencia sea muy rústica, al parecer hay un instinto perteneciente a la especie humana que necesita de atenuantes que nos disculpen ante los demás y sobre todo ante nosotros mismos. Nadie acepta su culpa o responsabilidad en primera instancia sin intentar algún atenuante. En la cárcel – conviví dos meses con los reos mientras filmaba la película –, en el peor de los casos, cuando todas las pruebas corroboraban la responsabilidad del reo, el último atenuante y el más corriente con el que querían justificarse en mis conversaciones privadas con ellos, era: “se me metió el diablo, no fui yo”.

Así mismo, Jorge, todavía en la entrevista que logró hacerle un periodista la noche anterior a su fusilamiento [estando Jorge “en capilla”], éste intenta atenuar su culpa atribuyendo su crimen “al alcohol, y más de eso, no haber tenido enducación de naiden, ninguna cosa…”. Era una justificación atendible, porque además ese argumento sostenía su ego, evitaba las pesadillas, había evitado la angustia de enfrentar su imagen buscando a los niños entre los matorrales durante tres horas, “pa mataloh”.

En mi trabajo de actor, intentando la aproximación a la interioridad de Jorge, comprendí que éste no reconoció su responsabilidad, no la asumió plenamente como “su verdad” hasta que Dios penetró su alma. Jorge entreabrió las puertas de su corazón a la fe por primera vez – en el film, es mi interpretación –, cuando en una misa que hace el cura Parra al interior de la cárcel aquél recibe la hostia. Sin embargo sentí que Jorge recibió en plenitud a Dios – el actor puede manejar estas cosas, es extraño pero es así – a partir de la última conversación con don Eloy, la noche anterior a su fusilamiento. Esa noche Jorge del Carmen siente que la caridad humana no llegará a través del indulto presidencial. Y entonces pensé cuando filmaba aquella secuencia que él no era el primero ni el último ser humano que en sus últimos momentos buscaba refugio en Dios, ese ser que para las personas de fe, está más allá de ellas y que racionalmente es inalcanzable. Mirado desde fuera - desde fuera de la fe quiero decir, no soy creyente -, resulta triste que Dios se revele en alguien para “bien morir”. Pero, claro, Jorge necesitaba desesperadamente creer, y yo como actor también, para actuar la escena.

H.V: ¿Se reflejó todo esto en sus últimos momentos en esta Tierra? Cuando el cura Eloy Parra lo acompaña, ¿hubo algún gesto? ¿Alguna palabra? ¿Qué se reflejó cuando afrontó al pelotón?N.V: Pienso que en las últimas secuencias del fusilamiento en el film, se ve claramente que Jorge se entrega a la muerte humildemente, disciplinadamente. Pero también con una cierta heroicidad, está consciente del interés mediático que ha despertado su caso. Quiere morir “sin chistar, porque sería feo”. Es un hombre que ha asumido su culpa, su pecado, y debe pagarlo. Lucha por mantener la esperanza en la caridad divina. Sin embargo no es un santo que va al martirio, inspirado, sino un ser humano. Hombre de fe, es cierto, pero lleno de incertidumbres.

H.V: ¿Por qué aceptaste representar al personaje? ¿Lo que el Director esperaba de ti se correspondía con lo que tú entendías sobre la historia misma y el personaje?

N.V: El fusilamiento de Jorge fue en 1963. La película se filmó el 68. El crimen de “El Chacal de Nahueltoro” fue un caso que llenó por meses las primeras páginas de diarios, revistas y radios. Quiero decir que yo estuve perfectamente informado del suceso, y mi opinión, con algún matiz – no tuve intenciones de lincharlo por ejemplo -, no se diferenciaba mucho de quienes condenaban el horrible crimen. Y antes que fuera fusilado, luego de dos años y ocho meses después de haber cometido el crimen, mi opinión tampoco varió mucho de quienes “condenábamos” el ajusticiamiento. Es decir, igual que la mayoría de los ciudadanos, estuve de acuerdo en fusilarlo primero, y luego estuve a favor de castigarle solamente con pena carcelaria, preso una cantidad de años que le hubieran permitido en el futuro una segunda oportunidad en la vida. Aunque ¿quién hubiera sido capaz de darle esa segunda oportunidad? El Mal que hayas hecho, socialmente, siempre te marcará más que el Bien que hayas procurado.

En fin, esa transformación de actitud que el caso de Jorge provocó en millones de personas - también en mí -, lo convertía en un personaje muy interesante para un actor. No solamente el personaje sino además las circunstancias o contexto social que rodeaban el caso. Ayer como hoy, la marginalidad económica y social era un mal lacerante de nuestra sociedad. El jurista y profesor de Derecho don Eduardo Novoa había polemizado al interior de la Universidad de Chile sobre la “justicia de clase”, poniendo como ejemplo el caso de El Chacal de Nahueltoro [fue el motor inspirador para hacer la película]. Luego más tarde don Eduardo publicaría dicha argumentación en la revista Mensaje, tal vez a principios de 1970. Con el director del film estuvimos de acuerdo desde el primer momento, sobre el tratamiento del personaje y del film: no haríamos un distanciamiento crítico del caso, sino un acercamiento emocional, buscando la identificación del espectador con el personaje. Se trataba de hacer “sentir” al espectador la injusticia de la justicia de clase.

H.V: ¿Cómo viviste la filmación? ¿Tenías todo resuelto cuando comenzó o el personaje se fue desarrollando a medida que transcurría la filmación? ¿Tuviste en algún momento la impresión que se buscaba un equilibrio entre la venta del producto [el film] y lo que tú como actor esperabas que se hiciera?

N.V: Evidentemente el personaje se fue desarrollando durante la filmación. Sin embargo, felizmente – creo que fue al término de la primera semana del rodaje - me llevaron una cinta magnetofónica con la última entrevista que le hicieran a Jorge del Carmen, estando en capilla, lo que he mencionado más arriba. Esa cinta fue para mí una revelación, una revelación emocionante. Me sentí tan identificado con Jorge escuchándole hablar que desde ese día no supe distinguir entre YO y ÉL.

Por otra parte la filmación se hizo a pulso, literalmente. Comiendo sanguches de pan francés con sardinas de lata. Dos citronetas de los miembros del equipo a las cuales se les pagaba la bencina. Cámara y modesto equipo de filmación aportado por lo que era Cine Experimental [departamento de cine de la U. de Chile]. Casa de campo prestada por el dueño del fundo Nahueltoro, lugar donde sucedieron los hechos. Allí en esa casa alojamos el equipo durante el rodaje de los exteriores. Colaboración importantísima de la familia campesina que representó a la familia de Rosa, la mujer conviviente de Jorge. Luego la Escuela de Agronomía de la U. de Concepción nos prestó algunos dormitorios mientras rodamos en la cárcel de Chillán. Fundamental colaboración de los funcionarios de la Cárcel de Chillán y los reos. Colaboración también importante de la Pentenciaría de Santiago.

Héctor Noguera, el actor, recibió una herencia por aquellos años y eso permitió contar con algún dinero contante y sonante para los gastos diarios. En ningún momento recuerdo que el equipo pensara en el posible resultado económico del film. Eran otros tiempos, 1968.

H.V: Si en Valenzuela hubo un cambio: ¿Hubo en ti un cambio? Porque supongo que durante la filmación hubo siempre un diálogo entre ti y el personaje. Diálogo que nunca compartiste con el resto del elenco, pues era algo tuyo. Algo así como cuando hablan privadamente Valenzuela y Villagra [“Dime la firme Valenzuela… ¿admites que la cagaste?”]. Lugar donde no caben otros interlocutores, ni siquiera el Director. Imagino que todo eso o es lo que sucedió. ¿Ó…? A todo eso yo llamo la reconciliación con el personaje. ¿Hubo tal reconciliación?

N.V: Puedo precisar que me reconcilié con Jorge desde un comienzo, cuando le creí – porque lo comprendí – durante la reconstitución del crimen. El Juez le pregunta:
“¿Y por qué mataste a los niños, hombre…?”“Pa que no sufrieran los pobrecitos…”

Jorge, había salido de su rancha a los 8 años de edad, por los caminos…, luego que mataran a cuchilladas a su padre, y la viuda “se puso a hacer vía…, con un hermano de mi padre…” Tú habrás oído decir que en el campo, cuando no hay alimento para las nuevas crías de una camada de perros o gatos, se les mata, para que no sufran los pobrecitos.

Mi profesión de actor, y el propósito del film, me indicaba que yo no debía ni justificar ni condenar ni perdonar a mi personaje, sino comprenderlo.

¿Y en cuanto a que el personaje y/o esa película [1968], provocaran algún cambio en mí? Aparte de una serie de lecciones artísticas y humanas…, pues sí, hubo un cambio, en el sentido que me reafirmó la necesidad de cambiar el mundo. Necesidad que se hace cada vez más evidente. Quizás no hubiera valido la pena hablar hoy de quien los titulares periodísticos de la época apodaron El Chacal de Nahueltoro, si no supiéramos que todos los días en Chile y en el mundo siguen naciendo miles de niños con un destino similar; es el valor social del film, además del valor artístico y su valor moral-religioso.

Pese a todo, y habiendo sentido como actor que comprendí a Jorge, ni ayer ni hoy [2007] he justificado su horrendo crimen, hubo seis víctimas inocentes. Sin embargo, sabiendo que Jorge del Carmen finalmente creyó encontrar su salvación en la fe, pienso que “el arrepentimiento y la verdad fueron su redención”. Lo escribí en una placa que coloqué en su nicho del Cementerio de San Carlos en septiembre 2003.

* Nelson Villagra es actor. Vive actualmente en Montreal, Canadá.
Es Premio Municipal de Arte 2004, Mención Teatro, que otorga Santiago.

Publicado en www.fortinmapocho.com

domingo, 16 de marzo de 2008

El cine latinoamericano
(Brevisima historia)
Los países latinoamericanos fueron recibiendo al Cinematógrafo al igual que en el resto del mundo, a finales del siglo XIX. Las circunstancias sociales, económicas y políticas marcaron con los años su progreso cinematográfico, en el que tanto tuvieron que ver los promotores españoles, franceses e italianos como la presencia de las películas estadounidenses en sus pantallas. Muy pronto el mercado de cada uno de los países comenzó a estar controlado por el cine de Hollywood. No obstante, esta situación no impidió que en diversas épocas floreciesen aportaciones que mostraron la singularidad de la producción latinoamericana, que se apoyaría a lo largo del tiempo y en gran medida en la coproducción entre países de habla hispana.
Quizás esta situación es la que provocó que en la producción de las primeras películas habladas en español, Hollywood contratara a numerosos profesionales (Ramón Novarro, Lupe Vélez, Dolores del Río, Antonio Moreno, José Mojica, Carlos Gardel, entre otros) con el fin de que realizaran e interpretaran las versiones destinadas a dichos países. Esto no impidió que entre 1929 y 1931 se produjeran las primeras películas sonoras en México, Brasil o Argentina; en otros países, las primeras producciones sonoras locales se darán a conocer más tarde (1932-50). Durante la década de los cuarenta es el cine mexicano el que alcanza una mayor notoriedad internacional gracias a las películas de Emilio Fernández "El Indio" (y la colaboración en la fotografía de Gabriel Figueroa) y la presencia de notorias estrellas como Dolores del Río y Pedro Armendáriz (Flor silvestre y María Candelaria, 1943), y María Félix (Enamorada,1946; Río escondido, 1948). También se encuentran las obras de Fernando de Fuentes (El compadre Mendoza, 1933; Allá en el Rancho Grande, 1936; Jalisco canta en Sevilla, 1948, ésta con Jorge Negrete y Carmen Sevilla -primera coproducción hispano-mexicana tras la llega al poder en España de Francisco Franco), y otras de Alejandro Galindo, Julio Bracho y Roberto Gavaldón. Son años en los que despunta el actor Mario Moreno "Cantinflas" quien, con su verborrea, se encargará de consolidar su popularidad nacional e internacional y arrasar en taquilla durante unos años con películas como Ahí está el detalle (1940), de Juan Bustillo Oro, y la numerosas películas que dirigió Miguel M. Delgado (El gendarme desconocido, 1941; Sube y baja, 1958;
El padrecito, 1964). Y también es notoria la presencia de los españoles Luis Buñuel, director de películas como Abismos de pasión (1953) y Los olvidados (1950) , entre otras, y Carlos Velo, quien dirigió un excelente documental, Torero (1956), y Pedro Páramo (1966). A partir de los setenta, su director más internacional será Arturo Ripstein (Cadena perpetua, 1978; Principio y fin, 1992; La reina de la noche, 1994), premiado en diversos festivales internacionales.
El cine argentino se sostiene con dificultad sobre las películas de Lucas Demare (La guerra gaucha, 1942), Luis Cesar Amadori (Santa Cándida, 1945), Hugo Fregonese (Donde las palabras mueren, 1946) y actrices como Libertad Lamarque, sin olvidar la extensa filmografía de Leopoldo Torres Ríos (Adiós Buenos Aires, 1937; El crimen de Oribe, 1950) y la aportación de su hijo Leopoldo Torre-Nilsson (La casa del ángel, 1956; Los siete locos, 1973). También circula por ciertos circuitos el trabajo de Fernando Birri (Los inundados, 1961). En las décadas siguientes serán directores como Héctor Olivera con La Patagonia rebelde (1974) o No habrá más penas ni olvido (1983), Adolfo Aristarain (Tiempo de revancha, 1981), Eliseo Subiela (Hombre mirando al sudeste, 1986), Fabián Bielinsky (Nueve reinas, 2001) y Juan José Campanella (El hijo de la novia, 2001) los que proyecten la creación argentina hacia el exterior.
El cine brasileño tiene un punto de partida singular en Límite (1929), de Mário Peixoto, sugerente y marcada por las vanguardias europeas de los veinte. Pero también cuenta con la importante película Ganga bruta (1933), de Humberto Mauro, y O Cangaçeiro (1953), de Lima Barreto, referentes ineludibles para los jóvenes de los sesenta, que tendrán en Glauber Rocha al máximo exponente internacional. Durante varias décadas será Nelson Pereira Dos Santos quien dirija algunos de las historias socialmente más interesantes (Río, quarenta graus, 1955; Vidas secas, 1963).
La Revolución Cubana definió la trayectoria de diversas cinematografías latinoamericanas. En su país destacaron, además de un extenso elenco de documentalistas, Tomás Gutiérrez Alea (Memorias del subdesarrollo, 1968; Fresa y chocolate, 1993), Humberto Solás (Lucía, 1968; Cecilia, 1981) y Manuel Octavio Gómez (La primera carga al machete,1969).
En el cine chileno sorprendieron las películas de Raúl Ruiz (Tres tristes tigres, 1968), realizará la mayor parte de su obra en Europa, de Miguel Litín (El chacal de Nahueltoro, 1969; Actas de Marusia, 1976) y Helvio Soto (Voto más fusil, 1971).
El cine peruano tiene en Francisco Lombardi su máximo representante desde 1977, con películas polémicas como Muerte al amanecer (1977) y Muerte de un magnate (1980), por basarse en hechos reales, varias adaptaciones literarias de desigual acierto (La ciudad y los perros, 1985) además de dirigir proyector internacionales como No se lo digas a nadie (1998).
El cine venezolano está representado por Roman Chalbaud con El pez que fuma (1977) y La oveja negra (1987)
El cine boliviano por Jorge Sanjinés con El coraje del pueblo (1971)
Y el cine colombiano por Sergio Cabrera con películas como Técnicas de duelo (1988) y La estrategia del caracol (1994) y Víctor Gaviria con La vendedora de rosas (1998).
MIGUEL LITTIN
Palmilla, Chile1942 -
Realizador, guionista y escritor, de 1959 a 1962 realiza estudios de arte dramático y escenografía en la Universidad de Santiago de Chile. A finales de 1962 colabora con el prestigioso realizador holandés Joris Ivens en Valparaiso y El tren de la victoria antes de ser nombrado director del canal 9 de la televisión chilena. Su primer documental, Por la tierra ajena (1965), obtuvo una mención especial en el IV Festival Nacional de Cine Viña del Mar.
En 1968 ejerce como profesor del departamento de Estudios Audiovisuales de la Universidad de Chile y realiza su primer largometraje de ficción, uno de los filmes más relevantes de la cinematografía chilena y latinoamericana: El chacal de Nahueltoro.En 1971 el gobierno de la Unidad Popular le nombra presidente de Chile Films, institución destinada a dirigir la actividad cinematográfica del país. Dos años más tarde el golpe de estado de Pinochet le obliga a marcharse del país. Entre 1974 y principios de los años 90 vive en México y en España. En 1986 viaja a Chile y filma clandestinamente el documental Acta general de Chile, el cual concluye en España. Luego, regresa definitivamente a Chile.Galardonado con numerosos premios internacionales, Littin ha sido nominado dos veces al Oscar a la mejor película de habla no inglesa por Actas de Marusia (1976) y Alsino y el Cóndor (1983).Miguel Littin también es autor de numerosas piezas teatrales entre las que se encuentran "Raiz cuadrada de tres", "Y me muero de amor por tus palancas" y "La mariposa debajo del zapato".


FILMOGRAFÍA

Documental
1965. Por la Tierra ajena
1971. Compañero presidente
1974. Crónica de Tlacotalpan
1986. Acta general de Chile

Ficción
1968. El chacal de Nahueltoro
1972. La Tierra prometida
1975. Actas de Marusia
1978. El recurso del método
1980. La viuda de Montiel
1982. Alsino y el cóndor
1989. Sandino
1994. Los náufragos
1999. Tierra del Fuego

Ciclo de Cine Chileno





Miércoles 19 de Marzo de 2008

El Chacal de Nahueltoro
de Miguel Littin
Basado en un suceso real acaecido en la región sureña de Chillán (Chile) en 1960, relata la historia de un campesino analfabeto que, en estado de embriaguez, asesinó a la mujer con quien mantenía relaciones y a sus cinco hijas.


Entrada a la Gorra

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Agrelo 3045 –entre G. Urquiza y La Rioja (a 5 cuadras de Pza. Once)-
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