domingo, 18 de mayo de 2008

El cine uruguayo se sirve en las rocas

Es comunicador social, tiene 31 años y supo ganarse un lugar en el nuevo cine rioplatense. El director de Whisky y 25 Watts habla de sus dos películas, renuncia a ser parte de la industria cinematográfica y cuenta qué "política cultural" espera del gobierno de Tabaré Vázquez
Entrevista
Pablo Stoll jura que hace meses se especializa "en el arte de contestar entrevistas". Que esta tarea le impide encarar nuevos proyectos. Que esta tarea lo aburre. Que quede claro: el contacto con la prensa lo aburre y quiere que se note. Hecha la correspondiente aclaración, este montevideano de 31 años se muestra dispuesto a conversar porque hay Whisky de por medio. Se trata de la película –que escribió y dirigió junto a Juan Pablo Rebella– que arrancó aplausos del público, cosechó laureles en los festivales internacionales y consiguió la atención del periodismo. Un trago que Stoll acepta digerir sólo porque viene en vaso redondo y "en las rocas".
Con la reconocida 25 Watts (2001) como antecedente, Pablo y Juan Pablo se convirtieron en los principales referentes del cine uruguayo actual, título que renovaron con creces al presentar su segundo filme. "25 Watts es la primera novia, Whisky es una amante madura", afirma Stoll, en un intento por graficar su romance con la pantalla grande.
Las dos historias transcurren en Montevideo. Las dos historias giran sobre tres personajes principales. En la primera, los directores ponen énfasis en la abulia de los jóvenes de la clase media baja. En la segunda, retratan la rutina y la soledad en la vida de los adultos. "Nunca me puse a pensar en las similitudes entre las dos películas, hasta que vi Whisky terminada", comenta el director y ensaya una explicación: "me parece que quisimos hacer una película sobre otra gente y terminamos haciendo una película sobre nosotros mismos de vuelta".
Stoll y Rebella le imprimen a sus trabajos un ritmo propio basado en la repetición de acciones aparentemente sin sentido y en la exacerbación de la monotonía, un estilo que el director argentino Martín Rejtman utilizó en Los guantes mágicos. Esta película, al igual que Whisky, surgió de la productora Rizoma Films. "Supongo que es una casualidad", sostiene el realizador, aunque aclara que "es un honor" que lo comparen con Rejman. "No considero que (estos rasgos) sean una ‘nueva tendencia’ en el cine. Cada historia tiene su tiempo y su forma de ser contada", afirma Stoll y sostiene que "no existen las películas en las que ‘no pasa nada’. En donde no pasa nada es en los noticieros y nadie se queja."

Historia en Súper 8
Pablo comenzó a trabajar con Juan Pablo mientras cursaba Comunicación Social en la Universidad Católica de Uruguay, de donde egresaron en 1999. Dos años después presentaban 25 Watts y se llevaban el primer premio del festival de Rotterdam. Para Stoll, sin embargo, la relación con el cine empezó de chico, en un cumpleaños infantil, cuando quedó petrificado al ver La Guerra de las Galaxias en Súper 8. Con los años, Stranger than Paradise de Jim Jarmusch, Labios de Churrasco de Raúl Perrone y Punch-Drunk Love de P.T. Anderson, le marcaron la ruta de la realización.
La decisión de dedicarse al séptimo arte llegó a los 17 años, cuando Pablo reconoció que "no sabía dibujar y no podía hacer historietas". Entonces se inscribió en un curso de video en la escuela "Contraplano", donde conoció a Gonzalo Delgado, director de arte y co-guionista de Whisky.
Lejos del Súper 8 y de las historietas, Stoll y Rebella hoy hacen cine en un Uruguay que dejó atrás siglos albirrojos para renovarse con los aires del Frente encabezado por Tabaré Vázquez. En contra del discurso de los cineastas que responsabilizan al Estado por no apoyar la industria cinematográfica, Stoll considera "de pésimo gusto juzgar a los gobiernos por los intereses corporativos de cada uno."
El director de Whisky explica que "en Uruguay se hizo cine sin ayuda del gobierno y supongo que se seguirá haciendo" y volviendo a la gestión de Tabaré agrega: "Me parece que el gobierno tiene que tener otras prioridades que apoyar al cine. La mejor ‘política cultural’ que este (y cualquier) gobierno debería llevar a cabo es permitir a todo el mundo el acceso a la educación".
"Hacer cine en Uruguay es igual de difícil que en cualquier otra parte", explica Stoll, pero se preocupa por remarcar que tanto él como Rebella no están en una "industria". Y cierra: "El fin de hacer películas para nosotros no es vivir de ello. Cuando tengamos otra película para hacer, la haremos".
MilagrosBarberis

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